EL MUNDO › OPINION
Por: Oscar Laborde*
La derecha chilena, cuyo antecedente electoral había sido el triunfar en el año 2010 sobre un gobierno progresista, y que buscó continuar en el poder, ha caído derrotada este domingo, reduciendo en cuatros años su volumen electoral, que terminó siendo de algo más del 50 por ciento en la segunda vuelta a principios de aquel año, al 25% ahora.
Sebastián Piñera representó, en ese momento, al empresario exitoso, que pretendía un Estado eficiente, superador de las trabas y limitaciones de las burocracias partidarias. Esa imagen buscó consolidarla con su participación en la Unasur y la Celac.
Terminó sucediendo, sin embargo, todo lo contrario. Buscó refugiarse en las recetas neoliberales de los años ’90 y el terremoto, junto a la crisis educativa, pusieron en evidencia la falta de eficacia de su gobierno y la carencia de políticas públicas, que estuvieran en consonancia con las nuevas demandas de la sociedad, y el pueblo chileno parece haber tomado nota de todo este proceso.
Las expectativas que deparó su gestión tenían su correlato en los signos de agotamiento que venía trayendo la Concertación de Partidos por la Democracia que gobernó el país desde 1990 a 2010, que si bien mejoró la calidad de vida de algunos sectores populares y de clase media, no logró achicar la enorme brecha entre ricos y pobres. Tuvo limitaciones que le marcó la Constitución impuesta durante el gobierno de Pinochet, pero también careció de decisión política para enfrentar distintas situaciones (el funcionamiento de las propias fuerzas de seguridad y la realidad de los pueblos originarios fueron dos muy evidentes), a lo que se le sumó que la figura del ex presidente Eduardo Frei y su propuesta de gobierno tenían más que ver con el pasado que con las expectativas de la ciudadanía en general, y de las nuevas generaciones en particular.
Desde este marco histórico y político es interesante ver cómo Michelle Bachelet construyó consensos que van más allá de los propios partidos y surgen con un mayor nivel de compromiso con los procesos de cambio en la región. Estas elecciones han dejado al descubierto los discursos y las figuras como Capriles en Venezuela, Cartes en Paraguay o Massa en Argentina, que detrás de sus promesas de “hacer lo que falta”, hablar de “transparencia” y montarse sobre algunos problemas que tiene la ciudadanía, terminan siempre recurriendo a las recetas y las políticas neoliberales, pues en esencia son productos de ellas.
A Michelle Bachelet le esperan renovados desafíos. La transformación educativa es una de ellas, pues involucra directamente a miles de familias chilenas y a los jóvenes con su enorme poder de movilización y protesta.
La reforma constitucional y electoral debería marcar la agenda de los próximos años, así como también el aporte al proceso de integración regional que llevan adelante Brasil, Argentina, Venezuela, Uruguay, Ecuador y Bolivia.
* Presidente del Centro de Estudios del Sur y dirigente del Frente Transversal.